Ya en el ascensor me sentí a salvo, toda mi frente escurría de sudor, hacia tanto calor allá afuera que hasta las suelas de mis zapatos se pegaban al concreto de la calle mientras caminaba, pero ya en el ascensor las cosas eran diferentes , empecé a sentirme fresco, nadie sabe lo que pesa el costal , solo quien lo trae cargado, cuando bajé del ascensor, la gente me veía como si nada pasara, como un paseante normal, un poco fuera de sí , pero normal, ¿y quién no está fuera de sí en estos tiempos?, bueno eso no es el punto ahorita, fui rápidamente al baño y mientras limpiaba un poco mi cara y mis manos, me veía en el espejo:
- mi cara,
- las manos,
-yo en el espejo;
-yo en el espejo,
-mis manos en mis ojos,
-mi cara en mis ojos:
sentí miedo , un leve airecito me avisó que
alguien había entrado al baño, me olvidé del espejo, de mis ojos, de mis manos,
del agua, de todo, el miedo me invadió, quise salir corriendo pero no pude, ya no
pude hacer nada, una bocanada de fétido aire entró por mi boca, eso es lo último que
recuerdo, dice mi madre que me
encontraron cerca de las vías del tren, el doctor dice que las suturas sanaran
pronto, -son unos profesionales asegura, ¿ y mis ojos?, ¿ donde están mis ojos?...me
duele la cabeza…
Mónica Ochoa
Mónica Ochoa